Hace mil años que no voy al cine. Que tiene eso unos precios que ni que le dieran a uno un asiento de oro con incrustaciones en diamante. No me importaría pagar lo que vale la entrada si a la salida te pusieran un detector de "me ha gustado/no me ha gustado" y en caso de que el resultado fuera negativo te devolvieran lo que vale la entrada y, además, les mandaran un cactus venenoso al director y a los productores por el bodrio que te has tenido que comer con patatas.
Otra cosa que me molesta de los cines es la gente que no calla o que se pasa la película entera masticando palomitas en el asiento de al lado. Si tanta hambre tiene uno no se cena un kilo de palomitas, te cenas una cabra con cuernos y todo. A veces creo que a esa gente la contratan en los cines como atrezzo. Y es que no ha habido vez que haya ido que no hubiera gente molestando al resto. Una de las maneras de tener mayores garantías de un menor comportamiento cromañón en la sala es ir a las versiones originales. Aunque sólo sea porque hay menos gente, la probabilidad de que la sesión te salga rana ambientalmente es mucho menor.
Pero luego hay otro problema. En general, el cine que me gusta a mí no le gusta a casi nadie. Que no es que me guste el cine kurdo (con Las tortugas también vuelan casi me dan espasmos cerebrales del aburrimiento), pero todavía recuerdo cuando mi amiga Janépolis y yo convencimos al resto de ver Marie Antoinette de Sofia Coppola. ¡Santo tostón después de la película! Es casi peor aguantar una horda de orcos blasfemando durante años (cada vez que se acuerdan de ello) que salir del cine sin que te haya gustado a ti la película.
La otra opción es ir con tu sombra al cine. Que a veces lo he hecho, pero entonces volvemos a encontrarnos con el atrezzo con oficio de molestador.
Así que por todas estas razones voy poco al cine. Igual es que con el paso del tiempo me he vuelto más refunfuñona (que seguro que sí). Lo que no hago es dejar de ver cine. Pero en casa, con todas las ventajas y comodidades que eso tiene. Si quieres comer o recitar las Geórgicas de Virgilio mientras ves una película no molestas a nadie, le puedes dar al pause para ir al baño o quitarla si es una basura cósmica.
Una cosa que hago mucho es poner una película a la hora de comer (así me evito la inexplicable saga de películas alemanas que han comprado en Televisión Española). Los baozi los suelo hacer cuando voy a ver cine oriental, como para empatizar más o algo. Una tontada que me sirve como excusa.
Hay infinitos tipos de saquitos de harina orientales rellenos, cada uno con su nombre y modo de elaboración. Los que hago, con alguna modificación, son los que aparecen en el libro Pan Casero de Ibán Yarza. Son relativamente rápidos de elaborar y están muy buenos. He probado a hacerlos en el horno y en vaporera (como se suelen comer). De las dos maneras dan como resultado un plato vacío de contenido y una mirada de "¿ya se ha terminado?". Os dejo la receta para que, si no los habéis probado, los hagáis porque son una delicia.
Para 4 unidades pequeñas o 1 grande:
Para la masa
100 g de harina floja de repostería
50 ml de agua
5 g de azúcar
1 g de sal
3 g de levadura fresca de panadero
Para el relleno
100/125 g de carne picada (se usa de ternera y cerdo pero yo eché pollo que me gusta más)
1 cebolla pequeña
1 diente de ajo
aceite vegetal al gusto
un chorrito de salsa de soja
un chorrito de vinagre de arroz
una cucharada de postre de miel
una pizca de pimienta de sichuan (o negra)
1 clavo de olor molido
2 vainas de cardamomo molido
Empezamos con la masa. Mezclar y amasar unos 10 minutos todos los ingredientes hasta que la masa sea firme y tenga aspecto seco. Dejamos levar tapada unos 45 minutos. Mientras reposa vamos haciendo el relleno. En una sartén echamos el aceite y la cebolla y el ajo picados y dejamos que se doren. Añadimos entonces la carne picada y el resto de ingredientes. Cocinamos unos 15 minutos. Cuando haya pasado el tiempo de reposo de la masa hacemos porciones de unos 30 gramos y damos forma de bola. Entonces las aplastamos en forma de ovni (con la mano o un rodillo) y vamos poniendo el relleno en el medio. Cerramos los bollitos con los pliegues característicos haciendo pellizcos en los bordes de la masa. Colocamos en la bandeja del horno o en la vaporera sobre papel sulfurizado y dejamos levar unos 40 minutos. Encendemos la vaporera y cocemos unos 10 minutos, o bien introducimos en el horno hasta que la masa esté dorada (unos 15 minutos, dependiendo del horno). Si se hacen al vapor no hay que sacarlos inmediatamente de la vaporera porque se arrugan (como los míos) y encojen. Es mejor dejarlos reposar unos 5 minutos para después retirarlos, servirlos calientes y ¡a comer!