7 de abril de 2015

Pan de harina de castañas


Como ya he comentado en anteriores capítulos me encanta el invierno. Uno no se achicharra, si tiene frío se abriga y pocas cosas hay más placenteras que estar en casa mientras llueve fuera (si te caen encima los chuzos te acuerdas del padre del Chuzo). Pero lo que más me gusta del invierno son los puestos de castañas asadas. Estamos de acuerdo en que, en general, suelen apuñalarle a uno por un cucurucho de periódico de castañas. Sin embargo, eso de mancharse las manos de carboncillo mientras pela una castaña para después comérsela calentita en el frío de la calle...¡sufro de recordarlo! Cada tonto con su tema. Me da rabia que después de Navidad quiten los puestos, es como si los ayuntamientos decidieran que ya no es invierno por decreto local.
Así que recorro el mundo en busca de castañas que de repente han mutado en castañas pilongas y me dan ganas de cogerlas y tirárselas a la cabeza al listo del Ayuntamiento que ha decidido que ya no hay más castañas asadas por este año. No las compro por la indignación.
Lo que siempre he mirado con ojos golositos ha sido la harina de castañas en el pasillo del supermercado. Pero nunca la he comprado porque por la poca cantidad que viene el precio me parecía un robo. El caso es que un día apareció el Notario con medio kilo y me dijo sonriente: "te traigo esto, ¡a ver qué haces con ello!". A mí se me abrió el cielo de la felicidad y no tardé ni dos días en hacer este pan (el que tenía me lo comí a marchas forzadas). Os tengo que decir que, con toda la diferencia del mundo, el olor de este pan mientras se hornea es lo más maravilloso que existe. Nunca jamás en la historia del hacer pan en mi casa había olido semejante bondad. De hecho me levanté extrañada del salón de lo bien que olía. Creía que era la vecina haciendo magdalenas o algo así. Casi lloro de felicidad al descubrir que era el pan que se estaba cociendo. Agarré un taburete y me senté delante de la panificadora con un libro (algo más había que hacer) para no perderme ni un segundo del olor que emanaba aquello. Os recomiendo este pan infinitamente, aunque probaré a hacer un pan con amasado y horneado tradicional. Siempre me gusta probar harinas nuevas en la panificadora porque las masas son más fáciles de controlar.

Para un pan de un poco más de 1/2 kilo:

100 g de pasta fermentada
100 g de harina de castañas
100 g de harina integral de centeno
100 g de harina panadera
1 cucharada de postre sal
1cucharada de postre de levadura seca de panadero
1 cucharada de postre de gluten
220-240 ml agua (depende de la absorción de las harinas)


 

Ponemos los ingredientes en la cubeta de la panificadora cuidando que la sal y la levadura no se toquen. Ponemos en funcionamiento el programa de pan integral. Cuando termine sacamos, dejamos enfriar y ¡a disfrutar pero de verdad!



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