En anteriores capítulos (porque esto parece una novela autobiográfica) os conté que en mis andanzas por la tan maravillosa tierra asturiana me volví cargadita de avellanas, nueces y otras bondades. Pues bien, cuando probé aquellas avellanas antes de comprarlas (la señora del puesto del mercadillo de Luarca te las daba a probar sí o sí) sabía que, además de llevármelas, iban a terminar siendo pasto de mi insaciable necesidad de elaborar cosas para untar.
¿Y qué mejor que una crema de chocolate y avellanas? Confieso que no soy nada chocolatera, excepto si el chocolate del que estamos hablando es del más puro posible y no lleva azúcar. Entonces sí, entonces el chocolate es todo para mí y que nadie meta la zarpa porque las consecuencias pueden ser terribles. Lo bueno es que casi no hay gente a la que le guste este tipo de chocolate, así que no suelo tener oponentes con los que comenzar un duelo medieval a caballo y lo agradezco. Creo que el dulce nos desata a todos en cierta medida el egoísmo típico de los niños pequeños. Debe de ser algo del instinto de supervivencia (porque todos sabemos que con el dulce uno puede sobrevivir 8 meses en mitad de la jungla).
Así que, con la mejor materia prima que podía encontrar, me planté en la cocina dispuesta a hacer esta crema gianduja a la que hacía tiempo había echado el ojo.
Desde aquí agradecer a Napoleón su total intransigencia y espíritu dictatorial para con los italianos porque gracias a ello, y a sus restricciones comerciales, los piamonteses hacia 1800 se inventaron esta delicia en la que el cacao y las avellanas (que son un porcentaje importante de la elaboración) se mezclan para darnos un placer inconmensurable al paladar. Desde aquella época se han introducido variantes y podemos encontrarla en el mercado en los botes de Nutella de Ferrero o en otro tipo de mejunjes menos saludables (porque tiene menos avellanas y más aceite de palma si cabe) como la Nocilla.
Mi elaboración es un popurrí propio de diferentes recetas (la mayoría de blogs italianos) con los que me he ido topando. No sé si será muy rigurosa o no pero aquí no duró ni medio asalto al ring. Desde entonces decidí que mejor usaría las avellanas para otros fines por el bien de nuestra ingesta calórica. Pero de vez en cuando todos nos merecemos un homenaje de este tipo, así que os dejo por aquí unas anotaciones y la receta.
Sobre las avellanas: como las que yo tenía estaban enteras y crudas tuve que realizar un proceso un poco largo y aburrido (que también sirve para otros frutos secos crudos). Llenamos una ensaladera grande con agua y bastantes hielos. Ponemos a hervir las avellanas sin cáscara en medio litro de agua con 3 cucharadas soperas de bicarbonato. Después de unos 4 ó 5 minutos máximo haciendo chupchup en el agua (que se ha vuelto marrón-negruzca y espumosa) las retiramos con una espumadera a la ensaladera. La piel se irá desprendiendo sola pero para acelerar el proceso, y que no se nos hidraten demasiado los frutos, frotadlas con las manos. Las sacamos y las ponemos en un trapo. Colocamos otro encima y las hacemos rodar para que se sequen. Encendemos el horno a 210º. Colocamos las avellanas en la bandeja y, dependiendo de lo tostadas que nos gusten y de nuestro horno, las dejamos 10 ó 15 minutos. Sacamos y dejamos enfriar.
Sobre el chocolate: yo usé una tableta Lindt de 85% caco (y no le puse de 99%, que es el que me gusta, porque al Notario le da un soponcio). Si usáis un chocolate con leche del de toda la vida entonces sustituid la media cucharada de leche desnatada por 2 cucharadas soperas de cacao desgrasado y omitid la cucharadita de agua.
Sobre el condumio en general: Si lo metemos a la nevera vamos a tener una preciosa piedra de chocolate y avellanas. Mejor dejarlo a temperatura ambiente en la alacena.
Para un tarro y un poco más.
200 g de avellanas tostadas
100 g de chocolate negro (yo usé Lindt 85%)
1 cucharada sopera de aceite de oliva suave
1 y 1/2 cucharada sopera de cacao puro desgrasado en polvo
1/2 cucharada sopera de leche desnatada en polvo
1 cucharada de café de agua
100 g de azúcar glas (yo no le puse porque soy una amargada)
Lo primero será derretir la tableta de chocolate, yo lo hice al baño María pero el microondas también es una opción interesante. Una vez tengamos las avellanas peladas, tostadas y frías las colocamos en un procesador de comida. Yo usé el triturador de la batidora y aún siendo bastante potente (800W) hay que darle tiempos de descanso (que luego se sobrecalienta y se nos rompen los cacharros). Cuando empecemos a ver que las avellanas son trocitos echamos el aceite de oliva y seguimos triturando. Dependiendo de si nos gusta con más o menos tropezones haremos más corto o más largo este proceso. Añadimos todos los ingredientes al pseudopraliné de avellanas y seguimos batiendo hasta tener una pasta homogénea. Repito lo de darle tiempos de descanso a la batidora. Y poco más, cuando veamos que tenemos una crema chocolateada la vertemos en un tarro y con lo poco que nos sobre la untamos en pan y hacemos un test de prueba. Veréis que como decían en El juego de la Oca: "¡Prueba superada!".
PD: esconded todas las cucharillas de postre de la casa o no durará ni medio día.